La otra cara de la EXCLUSIÓN SOCIAL
POR IRENE CAL
Por mi situación actual, pertenezco al grupo de exclusión social.
Esa etiqueta que nos pone la sociedad cuando carecemos de recursos económicos y dificultades de acceso al mercado laboral.
No puedo decir que esté orgullosa de ello, pero quisiera mostrarle al mundo el lado humano de mi grupo de pertenencia.
Ante, todo somos personas, sin recursos, pero personas y estas necesidades y carencias que tenemos, nos hace más humanitarios.
Vivo con mis hijos en unos bloques de viviendas de protección oficial en el extrarradio de la ciudad, una clara forma de segregación. Las personas que allí vivimos nos sentimos como una gran familia, aunque, por supuesto, siempre hay excepciones.
La mayoría de nosotros y nosotras compartimos las mismas carencias, los mismos problemas y las mismas inquietudes…Hay familias que les cortan el gas o se les estropea la caldera y van a ducharse asiduamente a casa de vecinos, así como hacer coladas cuando no nos funciona la lavadora. Cuando no tenemos leche o pan, nos lo facilitamos quien tenga por los rellanos. Nos pasamos ropa, enseres que ya no necesitamos, juguetes para los más pequeños…nos ayudamos con los problemas, nos escuchamos y compartimos vivencias. Desarrollamos empatía y humanidad porque lo que le pasa a los demás, lo sufrimos en nuestras carnes.
No es la manera más fácil de vivir, a veces se trata hasta de sobrevivir, pero no tengo ninguna duda de la calidad de personas que, con sus miserias, albergan estos bloques.
La calidad humana que se ve en la pobreza.
Los tiempos están cambiando y se avecina una gran crisis de la cual la población en exclusión aumentará, y quizá viéndolo así nos hagamos todos y todas más humanos, que podamos dejar a un lado los intereses individuales por el bienestar colectivo, algo que desde mi grupo de pertenencia lo llevamos haciendo años.
En la auténtica miseria es donde el ser humano desarrolla su lado más humanitario, puede ser el instinto de supervivencia o, quizás, la miseria deja ver el lado más puro del hombre cuando el dinero no lo tapa.
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