«Podría decir que el coaching ha cambiado mi vida: mi manera de verla, de verme y, en definitiva, de actuar. Nunca había asumido el reto de situarme ante el espejo, de aprender a conocerme de verdad, a ponerme en el lugar del otro, a verbalizar sentimientos o temores que estaban ahí y hasta de saber cómo respirar. Eso es apasionante, aunque a veces resulte difícil enfrentarse a fantasmas o a convicciones que tenía casi como sagradas, y que he descubierto que no lo eran tanto.
Todo eso, entre otras cosas, es lo que me aporta el coaching en sesiones que me han sorprendido por entretenidas -me he llegado a reír mucho- y de las que siempre salgo con novedades sobre mí mismo.»