No Somos Padres Perfectos

Ser padres es una tarea apasionante. Sin embargo, muchas veces nos sentimos agobiados y confusos, porque pensamos que nos llegamos al top ideal . La vida diaria con sus horarios intensivos de trabajo,nuestros problemas personales , en muchas ocasiones, hacen que cuando regresamos a casa, nos desconectemos de todo ,incluso de nuestros hijos.

Nuestra mente viaja casi el todo el día a lomos de pensamientos rumiantes, esos que van y vienen insistentemente. A veces, esas ideas nos llevan a tiempos pasados o futuros que no tienen nada que ver con el momento en el que estamos. Con el instante actual.

Nuestros hijos, no son ajenos a estos “escapismos” mentales. Una de las mejores cosas que podemos hacer por ellos, es darles nuestra presencia. No solo la física, sino aquella que tiene que ver con el reconocimiento de su ser, de su alma. Nuestros hijos de esta manera se siente validados.Se sienten amados. Perciben a sus padres en unión casi mística. Ello ocurre cuando el centro de atención y de reconocimiento son ellos mismos.

Pero para llegar a éste estado, es necesario que previamente,nosotros mismos hallamos reconocido nuestras fracturas emocionales. Es necesario que sintonicemos con nuestro niño interior. Aquel que sigue vivo dentro de nosotros, formado por las emociones que experimentamos en nuestra primera infancia y que determinaron en buena parte , aunque no de forma definitiva, el adulto que soy ahora. Escuchando el eco de su voz resonando en nuestro interior, podremos desde ese lugar percibir a nuestro hijo. En toda su esencia.

La presencia, la empatía, la resiliencia, son cualidades que podemos transmitir a nuestros hijos. Son mecanismos de regulación de la mente que les ayudarán a gestionar su conducta y por ende su mundo emocional. No existe un legado mejor.

No es fácil, lo sé. Nunca seremos los padres prefectos. Es necesario olvidarnos de unas metas que resultan angustiosas y frustrantes. De lo que sí somos responsables es de entender que educamos como nos educaron, que escuchando a nuestro niño interior, comenzamos a sanar viejas heridas que nos condicionan en nuestra vida adulta. Que como progenitores podemos intentar hacer lo mejor que podamos cada día.

Cuando llegues a casa, cansado del día que has tenido, abrumado por los problemas de cualquier tipo que amenazan tu paz . Tómate unos minutos para ti mismo. Colócate en un lugar donde sepas que nadie puede interrumpirte. Siéntate cómodamente y respira. Lleva la atención a tu respiración. A como el aire entra por la nariz, baja por la garganta y llega hasta tu barriga. Siente como ésta se hincha. A continuación exhala despacio , observando solo este movimiento. Deja que los pensamientos se vayan como las nubes se alejan en el cielo azul. Practica la atención plena. Realiza esta ejercicio durante varios minutos,cada día

Verónica Parga.. Coach profesional especialista en Inteligencia emocional
motivación e innovación educativa.
Mi dirección de correo v.pargadiaz@gmail.com
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